Capítulo 2
Ya
estaba Remo por pedir otro cognac a falta de mejores estrategias para acercar a
Violante hasta su mesa, ya que le gustaba verla en movimiento, en especial el
mecerse de sus caderas en slow motion cuando iba hasta la barra; y mientras
sonreía al leer unos versos
(Como un
río de montaña fui recorriendo tus besos
resultó
que desembocan en un lago helado
profundo
insondable
llegué
tiritando magullado orgulloso
todo
roto el corazón
los
cigarrillos mojados
y creo
además
que
perdí el encendedor
y tus
besos
ya no
están por ningún lado.)
sacó -no ya de la mochila, que había agotado
sus capacidades mágicas-, del bolsillo de la chaqueta una cajita de papelitos y
su tabaquera para liar un cigarrito y,
sin dejar su libro, con una sola mano desplegó el papel, dispuso unas hebras en
el pliego, lo enrrollo y solo entonces quitó la vista del libro para humedecer
el pegamento. Paseó la punta de la lengua por la franja de goma suavemente,
como si besara a un angelito, dos o tres veces desde una punta hasta la otra, y
finalmente pegó ambas partes para luego observar con moderado orgullo el modelo
terminado.
-
Uau! Qué habilidad! Lástima que no se pueda fumar aquí.
La
frase, algo más extensa que las " buenas tardes" y " sí"
anteriores, le permitió a Remo degustar de los tonos juveniles, algo sedosos
hacia el final, y reforzó su idea de que la voz de una mujer debía escapar de
los agudos lo más posible, a fuerza de resultarle inconducente una relación con
una voz tal. Pero Violante hablaba como desde un sueño.
-
Sí, lástima, porque podría sorprenderte al sacar y encender un fósforo también
con una sola mano. Tal vez otra tarde.
-
Salgo a las veinte.
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