Capitulo 3
El recuerdo lo atacó sin piedad desde el medio de un
sueño que le estaba ocurriendo en un estado de semiinconsciencia que redujo
todo a un despertar violento, de un correr de lado a lado de un túnel húmedo,
hediondo, lleno de demonios y seres sufrientes que lo miraban con desolación
entre piadosos y llenos de rabia aunque un poco satisfechos al ver uno nuevo
que reforzaba la idea de que los humanos siempre estarían cometiendo torpezas incesantemente
por más que el avance del conocimiento fuera cada vez más accesible por todos
los medios existentes que divulgan los últimos descubrimientos, recomendaciones
y medidas profilácticas para prevenir casi cualquier enfermedad, plaga, ira
divina o tabla del descenso.
Estaba Remo en su primer día de clases, rodeado por
una tribu enemiga de caritas somnolientas y legañosas como la de él, pero todos
en un mismo bando, y él ahí, solo enfrentando a los guerreros del mal que
venían con sus delantales impecables y los pliegues de recién comprados y con
olor a apresto y almidón, casi con las etiquetas de Casa Tía colgando de los
cuellos, casi azules como icebergs pequeñitos que han salido a la deriva
después de caerse estrepitosamente desde el ventisquero de un glaciar. Y todas
esas caritas apenas despertadas, lo miraban a él, con su guardapolvo remendado
ya el primer día de clase, y con un ruedo que llegaba casi hasta las rodillas,
y las mangas dobladas en varios pliegues porque era el guardapolvo de séptimo
de su hermano, y que aún conservaba vestigios de escrituras hechas por los
compañeros egresados hacía un par de años, y que la lavandina no había podido
desterrar del todo, y tampoco los innumerables esfuerzos de su mamá con el cepillo
y el jabón federal dale que dale restregando en la tabla de lavar, ni el
lavarropas semiautomático kacemaster ni las plegarias infinitas de Remo para
que la tía Marta se apiadara de él y le comprara un regalo de cumpleaños
anticipado para no tener que ir con ese guardapolvo ajado, añoso, que le hacía
saber cuánto le faltaba a su cuerpito frágil para llenarlo y que no pareciera
un disfrazado, para que los más grandes pusieran en palabra lo que los más
chicos aún no se animaban a decir pero que seguramente pensaban, che, el
carnaval terminó hace un mes, miren a este pobre infeliz, como llora el
mariquita sanchez ja ja ja te vamos a romper el culo a patadas gil
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