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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Una historia de amor V


La Luna se ha comprado lentes para ver de cerca, y ha encontrado fotos en guguel erz, porque no hay guguel mun, y se ha quedado sorprendida de todo lo que ha visto.

De puro comedida, le ha contado al oído las historias más tremendas de los heroicos enamorados que han hecho lo imposible para atraparla y regalársela a sus amadas. (O tal vez lo ha hecho de puro aburrida y sola en el medio del espacio sideral)


Ellos terminan una nueva semana, y recuerdan las risitas y cosquillas mientras el bochorno caldoso del viaje en subterráneo los transporta hacia un mundo mejor, que él insiste en opinar que cualquier cosa fuera de ese túnel concentrador de todo el calor que existe es un mundo mejor. 


Ella ríe, y al hacerlo, agita su cuerpito frágil contra el de él, que recibe los estímulos en sus terminales nerviosas, y transpira aún más; exuda todo su placer por los poros al recibir la sutil caricia de la ropa húmeda sobre la piel empapada, que pronto será un recuerdo de un recuerdo hoy ya viejo, sombra de un sombrero bajo un árbol a la espera de la cabeza que regrese del agua mansa y fresca de un rio que viaja tranquilo desde lo más profundo del llano, hasta llegar al mar, pero ahí está como a mitad de camino, en un remanso, jugando con la orilla a hacerle dibujitos con la punta apenas de las olas, y la orilla que responde con sonrisas de arena al brillo del sol, y el río se retira un instante, haciéndose el desentendido, como si no le importara esa sonrisa de maravilla inocente, pero a la vez tremendamente excitante, y el sombrero que sigue ahí, en el suelo, esperando que regrese la cabeza que ha ido a zambullirse un rato, a esperar que pase el calor tremendo del verano en el túnel insufrible y subterráneo.

El mundo mejor aparece sobre los últimos escalones antes de salir a la increíble ciudad que solamente por un momento parece más fresca, pero que a poco de andar es otra vez un infierno, de calor y de ruido y de cansancio lleno de excentricidades  y exageraciones propias del fin de año, que nos desean felicidades solamente si no nos vemos.

La Luna, mientras tanto, se ha quitado sus lentes, y prende un farolito no tanto para ver, sino para calentarse un poquito en su soledad tremenda y fría del cosmos.



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