Hay frases que no deben decirse.
Sartre dijo que todo puede decirse, pero no es cierto, digo yo que no soy sastre y que pienso que la existencia tiene un sentido.
A veces no lo encuentro, es verdad. He tenido sueños recurrentes en estos tiempos de mudanzas y de vidas empezadas otra vez, que me han dejado un sabor amargo, como de cerveza ligera, en una tarde de sábado que no sé muy bien cómo va a terminar.
¿Será todo una farsa del destino? ¿Está bien tener deseos de empezar todo de nuevo a los cincuenta años?
Yo tengo un blog irregular, que sufre consecuencias inesperadas cuando la gente lo visita y no dice esto está bien, esto no me gusta, esto es una porquería. Tengo, todo el tiempo, que andar adivinando qué piensan los que leen el blog. Y a veces no logro adivinar.
Supongo, solamente.
Tristemente.
Como tristemente supongo que no cumplí las expectativas de aquellos o aquellas que tuvieron algunas influencias, algunas consecuencias, algunas expectativas sobre mí.
La verdad, no me chupa un huevo. Me molesta que hayan tenido expectativas. Que hayan querido que yo fuera otro. Y más me molesta que yo haya querido ser otro.
Me molesta, en definitiva, tener sueños en los que me despierto llorando, con bronca porque las cosas fueron como fueron y no como hubiésemos querido. Yo y los otros y las otras y la puta madre que los parió a todos, a todas y a mí.
Mente triste.
Un sábado triste.
Una tarde triste.
¡Salud!
Yo, desde dentro de lo que habitualmente suele firmar como Fernando Berton, 11 de abril, 2015.