Imagen: Netflix |
Decíamos en el artículo “El efecto de realidad” que lo que la realidad no hace es autoeditarse, solamente acontece, estemos o no allí para escuchar la caída del árbol. Esto es, los hechos, los acontecimientos, la vida, si se quiere, ocurren por sí mismos o porque alguien los provoca. Sin entrar a diferenciar mucho esa división, digamos que lo que hemos convenido en llamar realidad ocurre de manera lisa y llana: un árbol crece en primavera/verano y se adormece en otoño/invierno. Pero si nadie cuenta ese hecho, no es ni verdadero, ni falso, ni real ni ficción, es solamente un hecho (que el perro sea perro y nada más, dice la canción de Pastoral, ¿verdad?).
El Aleph, según le dice Daneri a Borges, es “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”. Como tal, es imposible dar cuenta de la vasta realidad con un sistema de comunicación que se desarrolla de izquierda a derecha, de manera lineal. No hay manera de contarlo todo al mismo tiempo. ni siquiera en el cine. El mismo Borges reconoce su dilema:
"empieza, aquí, mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance, prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros".
Ese es el gran logro de la narración: hacer creer, llevar al interlocutor a tejer una trama entre el relato y lo que sabe. Puede un lector ignorar el nombre de un árbol de la india, pero saber que es un árbol le da cierta calma, puede reconocer algo que está en la realidad, y la ficción le permite anclar su fantasía en eso.
Pero, así como decíamos que los hechos que acontecen sin ser narrados son inabarcables, la pretensión de contarlos nos enfrenta a un enorme problema:
"En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es".
Yendo de la literatura a la fotografía, (queda dicho que la foto es un pasaporte de haber estado en el lugar) Elsa Dorfman en el documental de Netflix The B-Side, dice:
"creo que tener todas las fotos te hace buscar una especie de narrativa. Pero seguramente no haya narrativa. Es solamente lo que ocurrió. No sigue ningún guión. Eso es lo que decidí".
Nos cuenta esto porque fue guardando las fotos que tomó a lo largo de los años a un sinnúmero de personas. Entonces en un primer momento cree que ese conjunto de imágenes tiene, en sí mismo, un significado, nos cuenta algo. Pero no, es solamente un conjunto de imágenes, es ni más ni menos que esa realidad inabarcable que no se ajusta a guión alguno, y solamente ocurre.
Contar es una burla al fracaso de abarcar lo infinito, y creemos, por un instante, triunfar. Pero el infinito ríe mejor.
Fernando
Febrero, MMXXII
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