Comprar RELACIONES

Comprar RELACIONES

domingo, 16 de enero de 2022

El efecto de realidad: un aporte más a la confusión general

 

Nuestra parte de noche; Anagrama; 2019


 

Pienso en la abundancia de series y películas y libros basados “en hechos reales”. ¿Es por falta de crédito en las ficciones? ¿Consecuencia de la posverdad, donde es más importante la emoción que los hechos? Ya Nietzsche había dejado su impronta:

 

Ya no hay hechos, solo interpretaciones.

 

Museo de la novela de la Eterna; Corregidor; 2015

Leí hace un tiempo la novela Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez, que se adentra en las brujerías, mundos ocultos y desaparición de personas. En un momento de su viaje hacia la provincia de Misiones, el protagonista Juan se encuentra con un personaje fotógrafo, Andrés, que le cuenta un poco de su vida:

 

Dijo que era fotógrafo, que estaba haciendo un trabajo sobre la Mesopotamia. Lo llamó así: «un trabajo»

 

Cuando Roland Barthes desentraña la función de los detalles insignificantes en su artículo “El efecto de realidad” [1], dice:

 

Aquí reside lo que se podría llamar la ilusión referencial. La verdad de esta ilusión es la siguiente: suprimido de la enunciación a título de significado de denotación, lo “real” reaparece a título de significado de connotación; pues en el momento mismo en que se considera que estos detalles denotan directamente lo real, no hacen otra cosa, sin decirlo, que significarlo: el barómetro de Flaubert, la pequeña puerta de Michelet no dicen finalmente sino esto: nosotros somos lo real[2]

 

Ahora bien,  en qué se parece la cita de la novela de Enríquez al texto de Barthes, se preguntará el lector desprevenido. Pues en la expresión "lo llamó así". Esa es la manera de connotar lo real: el narrador da fe de las palabras del personaje. El relato, entonces, ancla en lo real: esto que digo es verdadero, yo estuve ahí y lo escuché decir lo que digo que dijo, no me lo contaron. Se produce un efecto doble: por una parte, la veracidad de los dichos del personaje Andrés (“así lo llamó” equivale a “lo escuché con mis propios oídos”) sale del campo de la duda, los lectores se sienten tranquilos porque este narrador dice las propias palabras del personaje. Personaje que a la vez es fotógrafo: la cámara es un artificio tecnológico que pretende borrar de un plumazo la subjetividad del ilustrador o del pintor. Una fotografía es un testimonio de que quien presionó el disparador estuvo en el lugar fotografiado. Un segundo efecto, casi contradictorio, es desnudar el artilugio, es poner en alerta a los lectores acerca de la veracidad de estos hechos.  Es, si nos permite la expresión, un esnórquel que permite a los lectores respirar su propia atmósfera, una manera de no perder el contacto luego de haberse sumergido en esta otra realidad que cuenta la novela. De alguna manera, esta breve frase, “lo llamó así”, es una manera de expresar: Yo quiero que el lector sepa siempre que está leyendo una novela y no viendo un vivir, no presenciando “vida”.[3]

Nos encontramos frente a un recurso que va un poco más allá de la presencia de detalles insignificantes. Acá es una expresión léxica, que juega con el acto creativo, que pone una señal, una piedra en el camino para saber que estamos frente a una ficción.

 

Otro caso, el cuento “Mataconcha”, [4] de Osvaldo Aguirre, precisamente se basa en el efecto de realidad:

 

El abogado me apunta con el índice, como si quisiera hacerme acordar de algo que olvidé. Discutieron, el arma se disparó por accidente, te asustaste y llevaste el cuerpo al basural de Ezeiza. Inventá los detalles, dice Galdós, los detalles hacen verosímil la historia

 

Que nos lleva a la cuestión de la oposición verdadero <> verosímil. Verosímil es lo que los lectores estamos en condiciones de creer de acuerdo a las leyes internas del relato. Respecto de su cuento, dice Aguirre:

 

Digo que es verdadero en el sentido que señala Oscar Masotta de los relatos de Roberto Arlt: la ficción fabula sobre lo que la normalidad comenta. No se trata para mí de una denuncia ni de un documento sobre el suceso que está en su origen sino de un trabajo sobre el lenguaje que solo podía tener lugar fuera de la crónica: poner el foco en el modo en que el acusado por un femicidio trata de contar aquello en lo que está involucrado y al mismo tiempo mirar el mundo que lo rodea, que es el nuestro, y el abismo que asoma a partir de ese estallido de violencia. (las negritas son nuestras)

 

Ahí, en boca del propio autor, está la cuestión central: el trabajo sobre el lenguaje. En cómo hacer para que los lectores se mantengan atentos a lo que se cuenta. Y, por cierto, a la famosa díada forma / contenido: no es tanto lo que se dice sino cómo se lo dice.

Para terminar. ¿qué pasa, entonces, que hay tanta ficción basada en hechos reales? Esta fórmula “lo llamó así”, nos abre una puerta hacia otra posible búsqueda. “La realidad siempre supera a la ficción”, escuchamos un sinnúmero de veces. Pero lo que la realidad no hace es autoeditarse, solamente acontece, estemos o no allí para escuchar la caída del árbol. “Basada en hechos reales”, creemos, equivale a “basada en la novela de (…)”: no necesariamente la versión respeta fielmente la obra en la que se basa, mucho menos respeta la realidad, tan esquiva ella, que requiere de una gran cantidad de géneros ficcionales para ser entendida un poco, por lo menos.

 

Fernando

Enero, MMXXII


[1] En Lo verosímil, Tiempo Contemporáneo, 1970

[2] El resaltado es nuestro

[3] Macedonio Fernández, en el “Prólogo que cree saber algo”, en Museo de la novela de la Eterna; Corregidor, 2015

[4] https://www.pagina12.com.ar/394284-mataconcha (última versión consultada: 16 de enero de 2022)

No hay comentarios:

Entrada destacada

Inteligencia Artificial

¡Hola! Soy el robot, ¿cómo estás? ¿Cómo puedo ayudarte esta mañana? Tengo un sinnúmero de funciones entre las que se pueden contar ayuda fi...