La mañana de domingo está diáfana. Como cada mañana de domingo, predomina el silencio. Igual que anoche, poco antes de que finalizara el partido: no había un auto en la calle, no se escuchaba un suspiro. Las ánimas se habían escondido en los árboles. Y después se soltó la algarabía, los fuegos artificiales, los gritos.
Pero hoy, nuevamente el silencio. Salgo a caminar un rato, aprovechar el día lindo, parece que en la semana va a haber lluvia tupido. Después de unas cuadras, veo la bandera en la gomería de Roberto. Me llama la atención, así que paro un ratito a ver qué onda.
- Rober, buen día, ¿cómo va?
- Hola, querido, bien, bien, vos, ¿qué tal?
- Todo bien, gracias. Linda bandera.
- ¿Viste?
- Pero ya pasó el 9 de julio.
- ¡Pero no, querido! No es por el 9 de julio.
- ¿Y entonces?
- Es que yo gané la Copa América, querido, así que puse la bandera.
Me quedé sin preguntas. Me envolvió el silencio. Me convertí en la mañana de domingo o la noche antes del pitazo final.
- Mirá, te cuento. La última vez que me hice mala sangre por estos muchachos fue en el 2002, esa mañana fatídica dl 12 de junio. Después de llorar un rato con mi señora y las nenas dije basta, no me caliento más por estos muertos.
- Pero, y la Copa del 91,¿ no la viste?
- Ese es otro cantar, querido. Ahí sí que jugaba a la pelota Argentina. Dimos un paseo bárbaro en Chile, esa vez. Después ya no la ví.
- ¿La de Ecuador no?
- No.
- Y entonces, ¿cómo es que ganaste esta Copa, Rober?
- Te voy a contar. Aquella vez de Estados Unidos, no vi ningún partido. La piba más chica me dice pá, ¿por qué no vienen a ver el partido con mamá? Yo le iba a decir a Sonia que fuera ella sola, pero me convenció. Allá fui, y otra vez nos ganó Chile. Así que ahí sí dije bueno, basta, no los miro más a estos muertos. Y así fue.
- Sigo sin entender.
- ¡La cábala, querido, la cábala! No vi ningún partido esta vuelta, así que tampoco iba a ver la final, imagináte.
- ¿No te invitó tu hija?
- Sí, el jueves llamó, pero le dije que no podía.
- Y Sonia, ¿está contenta?
- No sé, querido, desde el jueves que no me habla.
Fernando
Julio, MMXXI
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