Cuando murió el último hombre, hace de esto ya cuarenta y cinco años, había transcurrido poco más de un siglo y medio desde que habían empezado a nacer solamente mujeres. El funeral fue solemne y sentido aunque breve. No había mucho que decir, por cierto.
Los diarios y noticieros de TV y radio informaron por primera vez que no habían nacido bebés de sexo masculino el primer día del año, todos pensaron que era una casualidad, como que llueva en varios lugares al mismo tiempo, y que las cosas volverían a su curso habitual tarde o temprano.
La noticia, eso sí, dejó un reguero de entrevistas, paneles, móviles, opinadores y programas especiales antes de desaparecer de las tapas, y en todos los casos más o menos con el título “¿se acabaron los hombres?”, para, sin mayor trascendencia, ceder su espacio a los cotidianos atracos, choques múltiples en las autopistas, robos de bancos, y páginas y pantallas manchadas de sangre, por un lado, y las consabidas noticias falsas acerca de un hecho de corrupción, algún intento desesperado de voltear un gobierno u obtener cada vez mayores ganancias por la especulación financiera.
Pero a pesar del desinterés de los medios por este hecho, la tendencia se mantuvo estable en los meses siguientes, y el porcentaje de nacimientos de varones caía de forma sostenida, más allá de algún leve repunte. Las consecuencias, a pesar de no haber ocupado muchos centímetros ni minutos en los medios, podrían ser catastróficas, un cambio fundamental en la historia de la humanidad.
Se convocaron, entonces, reuniones de emergencia de las Naciones Unidas para analizar el tema y entender cómo podía haber ocurrido un hecho semejante. Se convocaron comités de expertos, laboratorios, organizaciones sociales. Y fue la ONG H. y M., que empezó con la propuesta de fortalecer los bancos de esperma. Rápidamente pasó a una gran campaña para juntar adhesiones a dos proyectos que consideraban fundamentales. El primero consistía en volver obligatoria la donación de semen de todos los hombres fértiles. Asimismo, se proponía la congelación de embriones, con el objeto de estudiar las posibles causas de la no formación de pares XY; pero, a la vez, con la intención de lograr la alteración artificial de esos cromosomas en un futuro y así lograr revertir la situación. El segundo proyecto proponía una procreación cruzada entre los habitantes de distintas regiones, tanto dentro de los países como extra fronteras.
Mientras que el primer proyecto encontró fuertes resistencias, en especial entre las Iglesias y organismos conservadores, finalmente logró despacho y fue aprobado meses después; el segundo logró el apoyo inmediato de la población y las redes sociales en internet se llenaron de grupos que buscaban el encuentro de personas alrededor del planeta. Las páginas de H. y M. colapsaron, hasta que se crearon nuevas en cada país y se incrementó la capacidad de los servidores y se incorporaron nuevos. En contraposición, surgieron voces de alerta desde diversas fundaciones y organismos de lucha contra el VIH SIDA y enfermedades de transmisión sexual.. Los esfuerzos fueron vanos, dado el fervor provocado por la posibilidad abierta de tener sexo en cualquier parte solamente con acreditar un domicilio fuera del país o región.
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