Cantina de medianoche - Netflix |
Supongamos que estamos viendo o leyendo una obra creada y ambientada en lo que era Yugoslavia. Supongamos que los protagonistas se llaman Waleska y Milovan. Hasta allí, nada nos haría sospechar de ninguna casualidad: es una obra eslava con protagonistas con nombres eslavos.
Supongamos, luego, que vemos o leemos una obra creada y ambientada en Japón. Supongamos que un personaje que aparece se llama Miyuki y otra se llama Yukari. Tampoco nada nos haría sospechar, así como no sospechamos de los nombres eslavos.
Supongamos, en tercer lugar, que las hijas de la mejor amiga de nuestra mejor pareja se llaman Miyuki y Yukari. Siendo la mejor amiga nikkei, nada nos hace sospechar que haya elegido nombres japoneses para sus hijas argentinas. Lo que nos hace sospechar, entonces, es que de todos los nombres japoneses posibles el capítulo dos de la serie Cantina de medianoche mencione ambos nombres. Es entonces que no podemos dejar de preguntarnos por qué pasan estas cosas. Si ponemos en algún buscador “nombres japoneses de mujer” obtenemos como primera respuesta “los 250 nombres de mujer más populares en Japón”. Es decir que la probabilidad que teníamos de que Miyuki y Yukari aparezcan en un mismo capítulo de una serie japonesa es del 0,8%
La cuestión, querido lector desprevenido, es que no sabemos qué hacer con esos datos.
Nuestra amiga Michiko, que acá tenía un nombre “argentino”, y su mejor amiga, que viene a ser nuestra mejor pareja, partieron rápido de este lado de la realidad. Tal vez se necesitaban demasiado y no podían funcionar una sin la otra. Necesitaban estar las dos del mismo lado. Michiko, decíamos, eligió esos nombres, que nosotros venimos a encontrar en una serie creada y ambientada en Japón. Nada indica que no puedan usar esos nombres, no resulta sospechoso. Es, tal vez, una vana excusa que tenemos para la nostalgia, para extrañarlas, para desear que estén bien. “Descansan en paz”, solemos decir cuando se nos van las que sufrieron tanto. Y eso, en efecto, es lo que nos pasa, vivimos la vida como si fuera una guerra. Decimos “es una lucha” toda vez que nos enfrentamos a alguna dificultad, o también que “ganamos una batalla pero no la guerra” y así siguiendo.
Miyuki y Yukari siguen sus vidas ignorantes de todo esto que se escribe aquí. Las de la serie y las que conocemos. Pero no importa, no les escribimos a ellas. Les escribimos a la mejor amiga y a nuestra mejor pareja. Para que se disfruten para siempre: es que ya han cruzado el torii, que es el arco que separa lo profano de lo sagrado.
HEIWA - MAR AZUL - BS. AS. - ARGENTNA |
Fernando
Setiembre, MMXX
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