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jueves, 28 de marzo de 2013

El arte de vivir bien - 7


Capitulo 7


Los recuerdos pasaron a un momento de estancamiento. Hay una sensación de ineficiencia recordante, y el instante parece un eterno que llegó para quedarse. Que no va ni para atrás ni para adelante, o no sube ni baja, o ni va ni viene. Está ahí, mirando, atento a vaya uno a saber qué cosa, porque la verdad es que no se puede convencer a la mente de dejar de ir para acá y para allá como si bailara una chacarera. El esfuerzo es la concentración, es ponerse a hacer solamente una cosa, lograr el objetivo.
Pasa un instante, y el recuerdo ha dejado de acudir. Lo que está es el momento, ahora, este instante. Violante, dormida y desnuda, Remo despierto y desnudo la abraza y respira el aroma de su pelo, siente el subir y bajar de las costillas al compás de la respiración; busca llevar el ritmo de ella, poner su respiración en sintonía, sentir que sus pulmones se hinchan cuando Violante inspira, y que se relajan cuando exhalan. Y en ese dominar la respiración, siente Remo que domina el pensamiento, que se expande y se contrae empáticamente con los pulmones, y que puede abstraerse de las pieles tanto que no dará mayor trascendencia a su erección, a su pene que se expande y se contrae apoyado en las nalgas de Violante, que también suben y bajan y que finalmente llegan a una situación donde todo parece estar en una armónica ritualidad de las relaciones míticas entre las pieles y los pensamientos que se llenan de aire y se vacían de sustancias y entonces el que duerme es Remo y la que vigilia es Violante.

Piensa Violante que ha tenido suerte en atender a este muchacho, y tenerlo ahora tatuado en su espalda mientras duerme su momento después de una erección que ella disfrutó solamente en el tramo final, pero que no le importa, que se siente arropada por sus brazos, contenida por su respiración tranquila y entonces ella intenta llevar el compás de la respiración de él.
La noche los mira entretenida en sus ires y venires, en sus caricias para acá y para allá, en sus momentos sincronizados aunque con un contrapunto de sueño-vigilia-sueño alternativamente el uno por la otra pero que en definitiva los lleva a estar tranquilos y expectantes. La noche sabe que en cualquier momento ellos dos estarán despiertos al unísono. La noche sabe que entonces, deberá cubrirse de una fina estola de nubes grises, con un borde de perlas plateadas que caerán suavemente sobre el tejado y que no harán otra cosa que generar un poco de frío, que los llevará a abrazarse de repente, a unirse por las bocas, primero, por los brazos, después, por los deseos, por último.

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