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viernes, 8 de octubre de 2021

Historia de una pava

 



Aunque desconozco las razones de su apuro, corría el año 2015 cuando compré esta pava, y ha estado conmigo ever since.

Los remiendos que vemos son de masilla epoxi y pretenden obturar un molesto goteo que acontece al momento de inclinar el pico sobre el mate, que termina por encharcar los alrededores de la pava al punto de verse ella como un cisne en su danza final.

ALERTA SPOILER: sigue perdiendo.

Dicho esto, queda a criterio del lecter (incluído Hannibal, por más improbable que esto resulte) continuar con la lectera (desconocemos por completo las reglas de concordancia en la nueva manera de expresarse) o dedicarse a tomar mate con su marvelous wonder termo de doce (12)  lukitas (al día de hoy, of course).

Diche este segunde cose, pasemes mejer (ya va siendo hora de cambiar al modo anticuado de expresión) a terminar la historia del recipiente de metal o hierro esmaltado, con asa en la parte superior, tapa y pico, que se usa para calentar agua de marras.

Corría, entonces, 2015, cuando aconteció la adquisición del adminículo de aluminio, dado que  sus versiones de hierro esmaltado o acero inoxidable excedían por mucho el presupuesto asignado a la cuenta patrimonial del activo con saldo deudor “utensilios de cocina”.  Tiene esta pavita un pico bien perfilado que hace que apuntarle a la bombilla resulte efectivo en casi la totalidad de los casos, y que cumple con el propósito de no mojar la yerba aledaña, cosa de que en la parte superior siempre haya un poco que esté más seca que el resto y así mantener el sabor por más tiempo, y evitar el desagradable paisaje de invasión inglesa comúnmente conocido como mate lavado.

No desdeñamos desde aquí el uso del termo, nos ha tocado ser copiloto en diversas ocasiones y reconocemos la superioridad de este sobre aquella al momento de cebar unos amargos durante un viaje. Pero a cualquier precio defendemos el uso de la pava en el hogar. Por más que el agua se enfríe y haya que levantarse a calentarla. Esto permite luchar levemente contra el sedentarismo. Y por más que gotee. Que esté abollada y oxidada. ¿Quiénes somos nosotres para decretar el fin de sus días? ¿No tenemos canas, arrugas, cicatrices y otros nosotres mismes?

Pedimos nuestras más sinceras disculpas al fabricante de pavas, pero habiendo descubierto que si ponemos agua hasta apenas un poquito arriba de la cota superior del agujero del pico, nuestra pava ya no gotea, y cumple de manera ejemplar con todas las virtudes descriptas ut supra, how about that?

 

Fernando

Octubre, MMXXI

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