Márcia y su bebé murieron en el parto. Laércio fue separado de su cargo y luego encarcelado, acusado de disturbios, resistencia a la autoridad, falsedad ideológica y adulteración de documento público. Todo eso, solamente por encabezar una marcha en protesta por la muerte de su esposa e hijo, y distribuir panfletos en la vía pública y en la web donde acusaba a las autoridades de asesinar a su mujer, en razón de que llevaba en un su seno un hijo varón; cosa que sustentaba en la desaparición de las ecografías, análisis y otros estudios que le habían realizado,
Sus últimos pasos, cuando debió abandonar su investigación anterior, habían consistido en documentar el tratamiento de la noticia en los medios, desde la publicación, un 2 de enero, hasta momentos antes de la desaparición de las empresas periodísticas en su forma tradicional, con centro en la banalización de la comunicación de los hechos; que de otro modo podrían haber contribuido a evitar, por lo menos, las epidemias subsiguientes a partir de la multiplicación de casos de VIH y enfermedades pulmonares. El plan no revelado consistía en llegar a los documentos clasificados a los que le habían negado acceso al cortar los recursos de su trabajo. La muerte de Márcia, al igual que antes, le confirmó que estaba en la dirección correcta, pero perdió los estribos y hasta llegó a acusar a los dirigentes de H. y M. de formar parte del complot, no en su contra, sino de todo el cambio que se estaba dando en el mundo.
En los primeros días en prisión, Laércio temió por su vida; pensó que lo torturarían e incluso que simularían su suicidio. Pero nada de eso aconteció, ni siquiera prosperó el juicio, que avanzaba con una lentitud pasmosa, se cambiaron varias veces los fiscales, le agregaron y le quitaron cargos; fiscales y querellantes iniciaron cantidad de maniobras dilatorias que parecían buscar el desgaste de las partes, y a Laércio en especial. Así, lo fueron pasando de un presidio a una suerte de arresto domiciliario y finalmente a un establecimiento rural en un lugar desconocido para él, donde lo hacían trabajar en el campo de sol a sol, con mala alimentación y ninguna comodidad para dormir, bañarse ni acceso a libros, documentos, papel y nada relacionado con su vida de investigador. La comunicación con los otros detenidos y forzados a trabajar a destajo era escasa. Con muchos más años que él en esa situación, apenas hablaban, y no tuvo respuesta alguna cuando propuso una rebelión y fuga. Casi al borde de la desesperanza más absoluta intentó, él solo, escaparse. La represión fue brutal, y los golpes que recibió –casi la única vez que fue golpeado–, lo dejaron varias semanas inmóvil y sin mayores ganas de volver a huir.
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