Comprar RELACIONES

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lunes, 3 de abril de 2017

¿Alguien que me preste un título, por favor?

Hay muchos libros.
Y por ende, hay muchos títulos.
Esto puede ser una cuenta sencilla si el libro es novela, o es teatro.
Pero si es cuento o es poesía o es ensayo
la cuenta puede crecer geométricamente
ya que hay que contar los títulos
de cada poema
de cada cuento
de cada ensayo

Entonces a veces uno tiene un título fantástico
una cosa maravillosa
que daría para salir a vender en los colectivos

estimado público gracias al chofer que me permite acceder a este medio móvil vengo a ofrecer este maravilloso poemario de mi propia invención de mí que se titula París era una fiesta y consta de...
- ¡Pst!
- Ya le doy
decía, que es un bellísimo volúmen

- ¡Pst!
- Sí, sí, un momenttito, ya le doy
- Venga por favor
- ¿Qué pasa?
- Ya hay un libro con ese título, ¿no sabía?
- ¿Cómo dice?
- Que está usted plagiando un título, porque ya hay un libro con ese título, París era una fiesta.

Y entonces se queda uno como pasmado, mientras mira al señor en el primer asiento, con sus anteojos ahumados, su pelo oscuro y escaso peinado hacia atrás con glostora o similar, su barba más blanca que su bigote pero igual de prolija, su sonrisa amable, sus ideas todas desparramadas por la habitación.




 Fernando Berton
Abril

MMXVII 

sábado, 1 de abril de 2017

Presentación del libro "El país del río"

Se presentó en Caburé, Mëxico 620, CABA, el libro que reúne textos de dos grandes cronistas de sus tiempos, Roberto Arlt y Rodolfo Walsh. En este caso, sobre sus respectivos viajes a la Mesopotamia argentina.














Frente a una concurrida audiencia, Cristina Iglesia, compiladora de este volumen, se encargó de moderar la presentación del libro editado en conjunto por las Universidades Nacionales del Litoral y de Entre Ríos, para la colección El país del sauce.
Cristina Iglesia

Ya nos tiene acostumbrados la librería y café Caburé a llevarnos a navegar. Y para este escriba más bien de la tierra, de la llanura de la Pampa Húmeda, no deja de ser una aventura salir a andar por esas aguas. Como tal vez lo fue para Arlt, gran observador de las grandes urbes, encontrarse en territorios más bien acuosos, si se me permite el oxímoron.

En efecto, para quien está acostumbrado a las comodidades de la gran ciudad, el litoral del Paraná es una afrenta: calores propios del averno, insectos del tamaño de mamíferos, peces que compiten en tamaño y belleza con los del océano, no son fáciles de digerir. Menos aún en los años 30 o 40, cuando el terno y el sombrero eran obligatorios.

María Sonia Cristoff
El río creció de noche y se llevó de golpe todos nuestros sueños, nos dice la escritora María Sonia Cristoff en su presentación. Y un poco nos quedamos pensando si no es esa la frase de cabecera de los habitantes del río. O de las orillas, ¿cómo saberlo? ¿Se vive a la orilla o se vive en el río?









Arlt desprecia a las personas y los lugares que conoce, nos dice a su tiempo el periodista Sebastán Lacunza. Tal vez tenga razón. Tal vez no. Leemos a Arlt en “En el Rodolfo Aebi”[1]
Sebastián Lacunza
La navegación de cabotaje constituye un mundo aparte. Nosotros, hombres de la ciudad, hombres de las calles con sombre de una vereda y sol de la otra, nos hemos olvidado que existen ríos anchos y cálidos, orillas arboladas hasta donde se extiende la vista, incluso ignoramos cómo es el agua de río. Mientras escribo estas líneas me acuerdo de un poeta amigo que está escribiendo un poema, y que me confió lo siguiente: <<Cuando hable del río Paraná, lo llamaré “río de plata”>>
Pues yo (…) estoy navegando desde las siete de la mañana, y son las cuatro de la tarde y todavía no he podido descubrir qué es lo que tiene de plata el Paraná

Walsh, en cambio, nos dice Lacunza, parece ser un cronista más riguroso. Intenta reflejar lo que pasa ahí donde va, sin importar tanto su experiencia individual: es más preciso en la información que da, y hace una “crónica total”: cuenta relaciones económicas al mismo tiempo que la geografía y lo que hace la gente.

En esta misma línea va Christian Kupchik, escritor, cronista de viajes él mismo, editor y traductor de varios idiomas. Nos dice que Arlt parece estar espantado por lo extraño, y no intenta comprender ese mundo extraño. Y entonces hará preponderar sus impresiones por encima de lo que cuenta.
Christian Kupchik

Al contrario de Walsh, que es un viajero que intenta mimetizarse con el lugar donde está, participa desde adentro, y nos cita un fragmento de la crónica “Vallejo: la soledad” (Pág. 140)

… miro salir el yacaré. A la hora de la siesta sale ahí en la laguna. Es grande y viejo y solo, como yo. Porque francamente, señor, acá no quiero compañera, y estas mujeres no sirven más que para pelea. A mí me gusta demasiado cualquier cosa, pero tiene que ser, nicó, respetuosamente. Así que yo solo nomá, desde que llega acá, ya hace veinto año y algo, hace su ranchito y principia a levantar su quinta, porque demasiado me gusta la quinta, y todo este árbol, todo es mi plantaje

Así Walsh, como Sara Gallardo con su extrañísima novela Eisejuaz, -como tantos otros- le da voz al lugareño. Aparentemente en las antípodas de Arlt.

Pero cabe preguntarse si hay una forma correcta de describir lo que se ve. ¿Son más verdaderas las crónicas de Walsh que las aguafuertes de Arlt? ¿O son ambas, como diría Rulfo, puras mentiras?

Y es la humilde opinión del escriba que hace bien Cristina Iglesia en poner en un mismo volumen opiniones tan disímiles, con métodos casi antagónicos. Porque en definitiva la realidad, esa construcción que llamamos realidad, se forma a partir de puntos de vista diversos. Fundamentalmente en tiempos de visiones sesgadas, de narrow-casting, que apunta a públicos cada vez más estrechos, incapaces de aceptar que haya otras opiniones.

Es por eso, además de un trabajo enorme para recopilar y hacer un bello libro en tanto objeto, que El país del río vale la pena. Dicho esto por un cronista de las pampas.



Fernando Berton
Marzo, MMXVII



[1] Nombre de la embarcación que lo condujo a la provincia de Corrientes. El párrafo citado está en la Pág. 7 de El país del río. 

jueves, 30 de marzo de 2017

Cosas que no quiero decir

 
Hay un efecto placebo en todo lo que creemos.  Mi mamá tomaba caña con ruda el primero de agosto, porque decía que eso espantaba la muerte.

Julio los prepara
agosto se los lleva

Decía mi mamá. Que un día se murió, con todo y caña con ruda los primeros de agosto. Pero tal vez ese año pensó que sería inmortal.

A veces, cuando chico, la llamaba en el medio de la noche y le pedía algo fresco, un vaso de agua o de soda. Esas cosas me ayudaban a espantar los fantasmas que rondaban mi habitación de cuatro metros de alto, de maderas que crujían por el frío o el calor, puertas que se golpeaban un poco con el viento que parecía un fantasma. Ese vaso de agua, la caricia en la frente de mi mamá mientras yo bebía, me servían para espantarlos.

Mi madrina me daba a leer libros de Cortázar. Así conocí "Omnibus", "Casa tomada", "Rayuela". Me pasaba veranos enteros leyendo a Cortázar, mientras los pibes iban a jugar a la pelota (yo nunca tuve esa capacidad, debo admitir) Y cuando volvían, yo me quedaba haciendo una estatua en el jardín de mi casa. Podía estar un buen rato en una pose, sin respirar casi, sin pestañear, casi una estatua.


Al principio se reían de mí, se mofaban. Después me insultaban, creían que de ese modo iba a deponer mi actitud estatutaria. Y al final se iban, seguramente a contarles a sus mamás que en el jardín de la gallega había una estatua viviente, o algo así. Y seguramente se ligarían unas palizas de sus mamás por hablar pavadas.

Pero en algún momento el verano se terminaba, volvíamos a clase y esas cuestiones no servían para hablar en los recreos, sino para mandar cartas a la chica del banco de adelante, con sus trenzas tan prolijas y sus sonrisas estudiadas. O para las composiciones tema, que me daban chapa con la maestra de tercero.

Aunque ya dije más de lo que quería contar, la verdad.

Hasta la próxima.

¡Salud!

fernando berton
marzo, mmxvii

viernes, 24 de marzo de 2017

Casi llegando al semáforo



Tardé unos momentos en darme cuenta del silencio. Todavía recordaba el auto corriendo por la avenida, los cambios ascendentes, hasta lograr una melodía armónica de cigüeñal y cilindros, hasta detener la marcha en el semáforo. Entonces me dí cuenta de que la casa estaba en total silencio. La noche estaba en su plenitud, y por un instante pensé que todavía escuchaba el ronroneo del motor, el sonido del embrague al soltar los engranajes para poner segunda, tercera, frenar un poco para doblar y estacionar frente a la casa. Esa última vez desde la mía.

En el silencio de mi casa, en la soledad de mi noche, me dí cuenta también del final de las vacaciones. Ya hace unos días que vengo demorando el final de esta serie. Quiero pensar que el descanso sigue, que no tengo que levantarme a las seis y media lavarme la cara apurado y espantar el millón de moscas que rondan por mi cabeza. Que el tren atiborrado que estoy a punto de tomar se vaciará por completo y podremos subir tranquilos hasta la estación terminal.

Pienso que en cualquier momento voy a poder bajar y caminar un poco por el costado de la ruta a tomar fresco, el viento en la cara y el ruido que crece de a poco por la ruta hasta un golpe de aire desplazado con violencia de sopapo por un camión enorme que entonces empieza a alejarse para dejar un aire vibrante por unos momentos, mientras el horizonte termina por hacerlo desaparecer, y lo que se escucha es todavía el motor lejano, o tal vez se oye el recuerdo.




Hay un momento de indecisión, como de ángel que lleva un mensaje muy importante por primera vez y no sabe si su batir de alas sutil es verdaderamente sutil o un estrépito de helicóptero de transporte de tropas. ¿Dormir? ¿Seguir bebiendo hasta olvidar el recuerdo? La noche está estrellada. Miro por la ventana por última vez. El recuerdo vuelve despacio y se sienta ahí a un costado. Me pasa el brazo por los hombros. Me mira con una sonrisa, y se queda ahí, en silencio. Mientras la Luna se mueve despacio por el cielo.


Ir hacia adelante en el tiempo parece ser la única alternativa que nos queda. Parece ser que no es lo mismo arreglar el pasado en el presente. Las disculpas son como cicatrices que nos recuerdan la cirugía, la lastimadura en el alambre de púa, el vidrio que estaba esperando la mano al apoyarse en la tierra para amortiguar la caída.

Y la felicidad entrevista cuando se cumpla una serie de coordenadas y condiciones es como el agüita que se ve en la ruta cerca del mediodía allá a lo lejos, en ese espacio que mezcla los dos bordes del asfalto con la línea del final del mundo, y que un poco antes está lleno de agua imaginaria, como un lagrimal tapado que se llena y se llena pero no pasa nada, solamente se enturbia un poco la vista, se frunce algo la nariz como para estornudar, pero tampoco.


El martes sigue al lunes; la tarde a la mañana.
Cierro la ventana. El recuerdo se desvanece gradualmente, como el camión en la ruta, como las vacaciones que poco a poco se van convirtiendo de nuevo en día a día, el despertador, la ducha, el tren, nueve horas para volver a la casa sola. A veces fría. Correr la cortina, entibiar un poco las sábanas. La oscuridad otra vez. Y después nada.



Día # 5 - final; marxo mmxvii

miércoles, 22 de marzo de 2017

¿Y ahora qué?





Ayer estábamos por el día 5 bis. ¿Qué vendría hoy? ¿5 tris?

 El viaje hasta Real Audiencia es de 56 km y algo así como una hora, incluyendo varias paradas en ruta a sacar fotos. El pueblo consiste en una escuela, unas casas, campos. Pasan las vías, pero no está el clásico cartel ni la estructura de la estación (galpones, andén, bombas y tanques de agua para reabastecer las locomotoras)










Sector más poblado de Real Audiencia

Este pueblo, que lleva un nombre atípico para la región (que mayormente tienen los nombres de sus fundadores o de quienes cedieron los terrenos para plantar las estaciones del tren), parece querer olvidar por completo que alguna vez formó parte de ese ramal que iba de Chas hasta Ayacucho. Homenajea a un órgano judicial que funcionaba en el cabildo de Buenos Aires, y es bastante abstracto. No sé bien a qué razón obedece el nombre. Pero de tan abstracto, parece que el pueblo se va desintegrando de a poco.
Detalle de una vivienda

A unos mil metros de la escuela, por un camino de tierra, se llega a una curva con dos tranqueras: una de hierro, otra de madera. ¿Significará el hierro más prestigio que la madera? Como fuere, caminar por allí es bastante molesto ya que está plagado de insectos picadores, y además rebeldes porque desconocen por completo las órdenes del repelente.






Necesito aplicarme hielo en las picaduras más antiguas, que parece ir creciendo día a día, y que en cualquier momento todo el cuerpo será una gran picadura roja e hinchada.
Tranquera de metal

Hay mucho viento en la ruta, y a la mañana sentía frío, que ya no se siente tanto al mediodía. La ruta cruza por encima de canales y arroyos, que si se tiene la paciencia necesaria permitirá ver su fauna ictícola. Solamente hay que tener la presencia de ánimo de detener el auto al costado de la ruta, caminar un poco por la banquina, mirar. La ruta como destino. Al final, las mayores sorpresas han estado ahí, al costado del camino.




Día 5 tris, marzo, mmxvii

Camino a la vera del

Por lo dicho ha sufrido antes es que el viaje cambios, y también a esta experiencia con el que llegué ha servido para bajar el gran nivel de estrés.
Así terminamos, entonces; momento importante ha sido un para la reflexión, y aquí tenemos el resultado, un texto que es mi humilde simple y sin pretensiones homenaje a los Carol y Julio verdaderos autonautas.
Salvo en Ramos Otero un perro manchado y rengo, y un que pasó raudamente auto en Ibañez, y algunos chicos que jugaban por ahí, no vi mucha gente.

Pocas dichas a lo largo palabras de una semana.
Es que por los poblados un lado son bastante pequeños, y por ninguna persona otro, no he dado con para dialogar
Cuando pensé que tendría un montón de cosas para contar acerca de los pueblos visitados, empecé este viaje.
¿Y si estuve recorriendo sin darme cuenta pueblos fantasma?
¿Tendría que haber besado en príncipe a una oveja a ver si se convertía?




Pero a medida que las experiencias del camino fueron pasando los días, fueron recorridas casi tantas como las de las localidades.
Pensé que al ver su auto un forastero parando y sacando fotografías del lugar, los pobladores saldrían a curiosear.

Y tampoco me animé a golpear el club El Cardal en las manos en Solanet, o en la Despensa y Bar del mismo lugar, pero sin otro nombre que ese.
Así que entonces ha sido un recorrido bastante solitario y silencioso.
Creo que nunca lo sabré.

Tal vez esas ovejas que me perseguían eran reencarnaciones de pobladores que me pedían ayuda, y yo no supe interpretarlos.





Dia 5 tris bis; marzo, mmxvii

lunes, 20 de marzo de 2017

Dos cosas quiero decir

Una: que cambié la configuración del blog, y descubrí que no me gusta, pero es un poco tarde como para ponerme a experimentar de nuevo y lograr que quede como estaba antes.

Así que espero que los lectores habituales de estas páginas sepan comprender, y si quieren que lo cambie no tienen más que solicitarlo. Yo sé que tengo un público que le da like pero no comenta, por lo que esto que estoy pidiendo aquí es casi una quimera, pero bueno, si el Indio Solari puede creer que habían quedado en cuidarse, por qué no creer que alguien comentara ey no me gusta la nueva imagen del blog?

NOTA: El párrafo precedente está horriblemente puntuado. Pero sabrá el lector disimular.

Dos: que el día 5 se habrá de extender en varios artículos o notas, ya que al reducir los kilómetros de cada viaje, he logrado visitar más pueblos. Y como a medida que las vacaciones ya pasaron y me estoy metiendo de vuelta en la vorágine cotidiana, ya no sé si fue el día cuatro, tres, dos o cinco. Pero como el orden ascendente nos había llevado al cinco, de pronto me parece digo que no podría, de la nada, decir ahora día 4, ¿nocierto? Así que allá vamos, Día 5 bis.

Vieja Estación de Tren
Hay un parque misterioso que lleva este mismo nombre, en el que se supone que si uno, en determinadas calles, sigue el ritual de doblar siempre en la esquina siguiente, no vuelve al mismo lugar. Esto lo sabe Dolina mejor que yo, así que los interesados van y le preguntan a Alejandro que les explique cuáles son las cuadras en cuestión.

En este viaje yo he ido al pueblo de Chas, y no al parque homónimo de la Capital Federal (hoy conocida como CABA) (Que, si se me permite la digresión, me hace acordar a la tan nefasta expresión de los jóvenes que dicen "TE CABIÓ") (Pero bueno, yo no soy quién para andar juzgando)

Estación Chas


Pero tal vez algo nos cabió, como se dice, por giles.

A medida que pasan los días me doy cuenta de que mi vacación es un recorrido por los ramales del ferrocarril que ya no funcionan.

Paradero Río Salado, Gral. Belgrano, Real Audiencia, Ibañez, Chas, Solatet, Udaquiola, Ayacucho, Ramos Otero más lo que me estoy olvidando son estaciones del viejo ferrocarril del sud que ya no están en funcionamiento.

¿Son pueblos que ya no están en funcionamiento? ¿Que quizás no supieron reconvertirse y hacerse de abajo otra vez?

Gral. Belgrano, como cabecera de partido y dominante sobre el Río Salado ha tenido la capacidad de crecer sin el tren, y ha cumplido su metamorfosis a una ciudad moderna, de economía tercerizada, que es capaz de lograr recursos ajenos a partir del turismo.

¿Pero qué pensará el habitante medio de Chas de todo esto? Chas, como otros pueblos de este recorrido, no debe tener más de cien habitantes (si llega). El común denominador es la escuela. Pero no hay una sala de primeros auxilios, un hospital, una enfermera. ¿Que hacen sus habitantes cuándo tienen fiebre? ¿Van al veterinario? ¿Practican ritos chamánicos? No lo sabremos, porque no he logrado entablar contacto con los habitantes de Chas (ni de los pueblos anteriores) Si fuese la mia una misión intergaláctica con la intención de contactar a los locales, estaríamos hablando de un fracaso rotundo.

Capilla de Chas

Pero en fin.

La cuestión es que no se sabe bien si los pueblos han empezado a agonizar por la salida del tren o ya estaban muriendo de antes y el tren que no llega es apenas un catalizador de estas cuestiones.

Sé que llego a estos pagos con una serie de preconceptos, y estimo que en los próximos días se irán ablandando. Por ahora, solamente digo que mañana será otro día, que hasta acá los pueblos visitados se parecen bastante entre sí y que, como no podía ser de otro modo, el que mejor se adaptó al modelo de economía tercerizada es al que más entendemos.

Pero el placer de parar a cada rato en la ruta y encontrar esas estaciones de tren en desuso no dejan de ser el corazón de este viaje.



Day # 5 bis - marzo, mmxvii

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