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miércoles, 2 de septiembre de 2015

Núcleos o catálisis: The final countdown

Es posible determinar inmediatamente dos subclases de unidades narrativas.
(…) algunas constituyen verdaderos
«nudos» del relato (o de un fragmento del relato); otras no hacen
más que «llenar» el espacio narrativo que separa las funciones


Roland Barthes

Imagen tomada de la transmisión televisiva de GH 2015, Argentina, America TV
La telerralidad, más conocida entre nosotros por su nombre inglés reality-show, es casi tan vieja como la televisión misma, ya que se inicia, en 1948, con las primeras cámaras ocultas que cándidamente sorprendían a las personas con situaciones generalmente risibles.
Con el correr de los años, los realitis pasaron de ser un relleno de otros a ser programas ellos mismos, y ya a finales del siglo XX, con el Gran Hermano como el más difundido globalmente, podíamos encontrar un realiti para casi cualquier cosa (sin ir más lejos, uno que inventó jugadores de fútbol).[1]
No es novedad que la realidad ficcionada es algo que atrapa a un público muy amplio, y tanto es así que hacia finales del siglo XIX (¿tendrán algo particular los finales de siglo para que aparezcan fenómenos de cultura de masas?) y con la alfabetización a gran escala que produce el capitalismo pos revolución industrial, aparecen los escritores profesionales y con ellos las novelas populares que salían por capítulos:  algunas eran apenas 15 o 20 páginas, que se leían en la incomodidad del tranvía o del emergente colectivo entre la fábrica y el hogar. (Creemos que el ideal peronista del obrero viene de ahí, pero ese es otro asunto).
Entrando un poco más en el tema que nos convoca hoy, lo que viene a querer decir toda esta larga introducción es que el género de “espectáculo de la realidad” tiene ya sus años, y ha ido pasando por diversas experiencias y medios. Acaso el radio teatro sea un punto álgido de este fenómeno, que ha llegado incluso hasta nuestros días en radios FM hecho, por ejemplo, por Mario Pergolini en sus programas de la radio Rock & Pop (desconocemos si lo sigue haciendo) con bastante éxito.
No es de extrañar, entonces, que el ser humano versión siglo XXI tenga cierta afinidad con el género y le guste pasar un rato frente al televisor viendo cómo unos cuantos muchachos y muchachas se sacan chispas para ganar.
Lo que sí nos extraña es la escasa creatividad: los reality-shows, sean estos de cocina, canto, baile, deletreo de palabras sobre esdrújulas de atrás hacia adelante, tiro al blanco o reconocimiento del rey bastos disfrazado de sota de oros tienen un momento álgido que es la eliminación de uno o más participantes. Y aquí sí que no hay evolución alguna, pues el señor/a que conduce, al momento de anunciar quién se queda y quien se va del dichoso concurso, apela invariablemente al uso de la catálisis infinita (que vendría a ser una figura bartheo-pierciana) para decir que el 38,33 por ciento de los televidentes decidieron que...
Pero antes, vamos a una pausa.
Como íbamos diciendo poco antes de la interrupción, el uso desmedido e indiscriminado de la catálisis hace que el pretendido suspenso se convierta en un diálogo entre los posibles eliminados y el conductor.[2]
Mientras comentaba que en el sobre tenía ya los resultados, les preguntó a los participantes si habían tenido algún romance (entre ellos, claro), fue y vino sobre planos a la hermana de la chica Y para decirle que no robara cámara, habló con el participante E sobre las condiciones de convivencia dentro de la casa, insistió que en el sobre tenía los resultados, volvió a hablar con los participantes, hasta que finalmente se animó e informó que con 38,33% de los votos, continuaba el participante E.
Toda esta maniobra duró aproximadamente diez minutos. Diez minutos de nada, decimos, –tal vez por no compartir el código de este tipo de programa– porque en verdad no aportaron demasiado a la situación, y el pretendido suspenso en realidad no ocurrió, porque lo que vino finalmente fue lectura del resultado de la votación de la gente.
¿Para qué, entonces, el estiramiento? Porque no hubo pausa publicitaria, que hubiera sido una razón por el dinero, ni se planteó una situación que pudiera entenderse como una clave para la continuidad del programa. Es decir, fuimos testigos del uso de la catálisis por el uso mismo de la catálisis. De manera fatal, el conductor de realitis tiene que generar el suspenso antes de dar los resultados, pero hemos visto –en este programa en particular, pero en todos en general– que hay una falta de creatividad tremenda para sortear ese momento. El guión dice “estirar antes de la definición” y ahí caen los conductores de cabeza, sin buscar una forma novedosa de hacerlo.


[1] Los hermanos mellizos Rogelio y Ramiro  Funes Mori participaron de “Sueño MLS 2008”. Ambos llegaron a estar entre los cinco finalistas, y Rogelio resultó el vencedor.
[2] Estamos pensando en la emisión de GH2015 por América, donde los candidatos esperaban el voto de la audiencia para saber si se iba Yasmín o Eloy o bien quedaban los dos. Conducido por Jorge Rial y emitido el miércoles 26 de agosto de 2015

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